Gran parte de la sociedad considera que la cultura está relacionada con el conocimiento, un conocimiento aprendido a través de una educación básica entregada por la escuela o la familia, una cultura que se desarrolla a través de la historia y con algunos conceptos algo técnicos, que resume una suma de saberes adquiridos, incluso por el hábito de la lectura. Pero la cultura no es sólo eso, la cultura está presente en toda actividad humana. No es sólo cognitiva, es también social, y porque no decirlo emocional.
Uno de los mejores ejemplos que encontramos en relación a la cultura emocional es a través del desarrollo de la educación de los impulsos, esos prontos momentos casi incontrolables frente a un sin números de deseos con los cuales nos encontramos a diario.
La educación de los impulsos también forma parte de la cultura, puesto que ésta se relaciona con la historia de los pueblos con su gente incluida, eso arrastra temperamentos y caracteres, ilusiones y motivaciones, cosas que caracterizan a los humanos. Aquí es donde abrimos la ventana para mirar como la cultura envuelve emociones y sentimientos de cada ser humano.
¿Puede una persona culta no saber controlar sus propios impulsos? Parece una pregunta rara porque la sociedad actual ve a mucha distancia una educación que tenga que ver con los impulsos, pero es una forma de cultura, que se esquiva al amparo del desarrollo comercial; ojalá incontrolable.
Sentimientos y emociones
Sentimientos y emociones se suelen poner a la sombra de la madurez, eso porque vivimos en una sociedad inculta sentimentalmente, se cree que las emociones y los sentimientos se desarrollan como la fruta en un árbol, es decir la tarea educacional al respecto está en manos del tiempo.
Por más amigos que tengamos en Facebook y más seguidores en Twitter seguimos quedándonos solos. Le tememos a la muerte, quisiéramos vivir por mucho más tiempo, pero se nos olvida preguntar a nuestros hijos si ellos están de acuerdo. Eso es una verdad al amparo de una falta de cultura educacional en el terreno afectivo.
Los sentimientos son como el tráfico de las grandes ciudades en el que a veces se producen choques y enfrentamientos. Hay sentimientos apacibles y otros que generan gran inquietud, los sentimientos no son definidos como algo matemático, están en la base espiritual de cada persona, por eso no se pueden uniformar, porque al estar en lo más intrínseco de cada ser, difieren de gran manera entre unos y otros.
Educación de los sentimientos
La cultura de los sentimientos puede ayudar a desarrollar en parte una uniformidad base en la convivencia de las personas, desde allí se podría observar patrones de conducta acorde a la educación en ese terreno. Aquel objetivo apunta a una educación de los sentimientos que logren un equilibrio entre el conocimiento intelectual en su más absoluto principio y las diferentes vertientes en el terreno afectivo, incluidas incluso las emociones del alma.
La historia de los sentimientos se liga al tipo de filosofía y pensamiento de los pueblos. En una mirada retrospectiva descubrimos que a medida que se avanza en el campo de la razón, se retrocede en el terreno afectivo, por lo tanto que los padres de hoy se quejen de lo poco afectivo que son sus hijos no es una casualidad sino una causalidad.
Amor inteligente
Hoy se habla de la era del contenido, de la importancia de la información, del poder de las masas unidas a un objetivo, y también se empotran en la lista, las redes sociales. Todos unidos a una sociedad informada. Pero son más los que se encuentran buscando; y sin alardear, el amor como un bien supremo. La sociedad de consumo lo ha puesto como el más importante icono a la sombra del consumismo, aquel amor pareciera ser la fuente de motivación para satisfacer los deseos de los seres queridos.
Pero lo que la gente busca es el amor inteligente, ese que sabe combinar muy bien la afectividad con la inteligencia. Amor con conocimiento, amor basado en una educación sentimental consistente. Ese tipo de amor no lo envuelven avisos publicitarios, porque lleva en sus raíces principios de vida que solo se observan a través de sentimientos educados por medio de una cultura práctica y cotidiana, una cultura social que sabe controlar cada uno de sus impulsos a través de los sentimientos.
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