Vivimos en tiempos de descubrimientos astronómicos, hoy la tecnología pareciera que nos sitúa más cerca del cielo. Gracias a esa tecnología tenemos imágenes estelares que antes ni siquiera estuvieron en nuestras imaginación. Seguimos buscando respuesta a preguntas ancestrales fuera de nuestra galaxia.
¿Hay vida después de la muerte? La pregunta que más importa a todo ser humano. Desde los tiempos de Tales de Mileto y llegando hasta Aristóteles; el hombre de ciencia sigue buscando una respuesta. Una pregunta futurista que al no tener respuestas para algunos, va formando una sociedad ansiosa a medida que van pasando los años.
Tener respuestas a preguntas transcendentales influyen en la calidad de vida y especialmente tratándose de una respuesta esperanzadora. Cuando escuchamos que la expectativa de vida va en aumento y que llegaremos a la longevidad con mejor salud, nos pone más optimista.
Nos alegra saber que la medicina avanza, que se puede hacer frente a enfermedades que antes eran terminales etc. Nos alegra saber que podemos seguir disfrutando del mundo que nos rodea por más tiempo.
La búsqueda de la vida eterna ha sido el sueño de muchos a través del tiempo. La Mitología se ha encargado de mostrarnos como seres invencibles, eternos. Y la filosofía nos muestra esas historias desde otras perspectivas. Hoy tenemos la tecnología que por medio de la robótica nos acerca a esa misma mitología de antaño; si no viviremos nosotros eternamente, entonces vivirán nuestras creaciones.
Nos guste o no, el sueño de perpetuarnos en este planeta, o en otra galaxia parece encontrar ayuda en la tecnología actual, como ya se observan en los resultados de la fusión de la inteligencia biológica con la digital, la robótica en la medicina es algo actual y en pleno uso. Reproducir una extremidad de manera parcial o total y unirla a un cuerpo humano está más cerca de lo que pensamos. Los nanochip están irrumpiendo en la medicina al punto de curar heridas y órganos, incluso ya se hacen experimentos con nanocápsulas para tratar el Alzheimer y el Parkinson, introduciéndolas en micro y nanocápsulas e implantándolas en el cerebro mediante una craneotomía. Así, los fármacos se liberarían en el lugar donde deben actuar, de una manera constante y en la dosis apropiada, y así evitar atravesar la barrera hematoencefálica. En pocas palabras el hombre busca la manera de alargar la vida. Mientras que otros van más allá y se preparan para una criogenización. Alargar la vida parece ser el sueño de todos, aunque algunos se encarguen de avecinar una destrucción de la raza humana en cualquier momento.
La vida eterna, por medio de la tecnología aplicada a la medicina, con los costos que eso significa para el enfermo. La criogenización; te mueres, te congelamos y después vemos con tecnología más futurista la manera de resucitarte; o la vida eterna por medio de la fe, la confianza en Dios.
¿Se podrá vivir feliz en el día a día con sueños tan dispares, con interrogantes existenciales a flor de piel, y con un mercadeo al alcance de la mano para conseguir la tan anhelada “vida eterna”?
Si vives enganchado al pasado, entonces eres depresivo. Si vives angustiado por el futuro, eres ansioso. Lo que importa no es saber lo que te pasa sino como lo interpretas.
Bajo la aparente realidad de múltiples cosas contradictorias existe algo que los griegos llaman “logos”, la razón, esa razón que da unidad a todas las cosas que parecen contradictorias, convirtiéndola en una unidad que se encarga de evitar un caos y por el contrario reemplazarlo por armonía y orden.
Marco Aurelio, emperador del imperio romano y seguidor de la filosofía estoica creía que quien aspire a tener una vida feliz debería guiarse por la razón y la lógica, sin dejarse engañar por los deseos que desatan los estímulos que nos llegan desde el exterior, y que en parte a veces nos restan el tiempo.
Para el cristianismo están las palabras del Apóstol Pablo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
No debería ser motivo de preocupación lo que nos queda por vivir en este planeta, o si tendremos una vida nueva más allá de la muerte, aunque esto último parezca más esperanzador. Lo que nos debería importar es qué estamos haciendo hoy con nuestra vida. Las razones y la lógica explican el mundo, pero la psicología lo comprende. La vida es ciencia, arte, poesía, música y mucho más que todo eso.
La serenidad es la tranquilidad en el orden interior, y esto significa saber a qué atenerse, conocer lo que uno quiere hacer en la vida. Se trata de conseguir un clima psicológico de equilibrio, un cierto reposo sosegado para aceptar las limitaciones y empujar con firmeza hacia las actitudes que nos hacen avanzar.
La esperanza humana puede defraudarnos. La esperanza absoluta y total hay que buscarla en lo espiritual; allí es más probable encontrar un camino hacia la anhelada vida eterna.
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