Una palabra griega que sus filósofos la han puesto como la principal aleación a la felicidad, la ataraxia
La historia de la felicidad, pasa sobre distintas concepciones que en el tiempo han contribuido a la edificación de conceptos; que tienen la misión de acercar al hombre a su verdadero puerto en el cual echar el ancla, ya Aristóteles, en su conocida Ética a Nicómaco, dice “la felicidad es el fin de todo los actos“. Sócrates, Platón, y Aristóteles en sus respectivos períodos de la historia contribuyeron al acercamiento de la felicidad a través del pensamiento.
El helenismo que existió en el período posterior a la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a.C., dio inicio a las grandes escuelas de pensamientos filosóficos, dando lugar a los peripatéticos, entidades relacionadas a la doctrina filosófica de Aristóteles. Era el tiempo de la paz, se habían terminado las conquistas y había lugar ahora para el pensamiento. La filosofía pasa entonces del amor a la sabiduría y al arte de saber vivir en busca de la felicidad.
Ataraxia
Hay una palabra griega que sus filósofos la han puesto como la principal aleación a la felicidad, la ataraxia (αταραξία), una palabra que encierra en sus pensadores una disposición de ánimo, una actitud de ausencia de turbación y serenidad. Incluso, las diferentes escuelas filosóficas griegas, le dan el significado de imperturbabilidad del espíritu por la ausencia de pena y temores.
Existe una creencia popular que relaciona la felicidad con el cumplimiento de los deseos, “mientras más deseos se cumplen más feliz soy”
Epicuro y los deseos
Este grupo era conocido como los epicureístas. Pensadores que acostumbraban a reunirse en los jardines y seguían a Epicuro; ellos decían que existían dos clases de deseos: los naturales, necesarios relacionados con la supervivencia, y los naturales no necesarios, que provienen de la cultura, política y vida social. La satisfacción de los deseos, es lo que produciría placer, el cual a su vez, para los epicureístas, es lo que conduce a la felicidad. Sin embargo, existen placeres que son completamente vanos y que conducen a un dolor mayor que el placer inicial, estos placeres producen intranquilidad y deben ser evitados por la razón, ya que se alejan de la “ataraxia”. La filosofía es una vía hacia la ataraxia, ya que ésta es considerada también como: “la tranquilidad espiritual propia del sabio que distingue los deseos naturales de los que no lo son y es capaz de alejarse de aquello que es vano”.
Los Estoicos, libertad y tranquilidad
Otra escuela importante de la época, era la de los Estoicos, llamados así porque desplegaron su tarea docente en unos pórticos (stoa en griego) El estoicismo fue la última gran escuela de filosofía griega en ser fundada, y continuó existiendo hasta que en el año 529 d.C. el emperador Justiniano clausuró la Escuela de Atenas.
Ellos enseñaban que la vía para llegar a la ataraxia es alcanzar la libertad y la tranquilidad, sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud. Asumiendo una concepción materialista de la naturaleza, siguieron a Heráclito en la creencia de que la sustancia primera se halla en el fuego y en la veneración del logos (razón); que identificaban con la energía, la ley, la razón, y la providencia encontradas en la naturaleza.
Los Eclécticos y la felicidad
Finalmente se encuentran los Eclécticos. Eran los que integraban todas las posturas, dándole a cada una de ellas su propio espacio. El representante más destacado de esta escuela fue Cicerón, quien llegó a decir “todos estamos movidos por el vivo deseo de ser felices, pero el alma del sabio no es movida por el deseo, ni arrastrada por el placer, es libre porque no es esclavo de sus deseos.” Llega a decir que para tocar la felicidad “hay que suprimir el deseo”
Todas las teorías de la felicidad pueden ser bienvenidas dentro de dos polos contrapuestos: la felicidad por el deseo, el placer, el bienestar y el nivel de vida, en un lado; y por la virtud, la renuncia, la paz interior en el control de uno mismo y la ascética y la austeridad en otro.
Epicuro compara el estado espiritual de la ataraxia en busca de la felicidad, con el total reposo del mar cuando ningún viento mueve su superficie.
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