Pensamiento y lenguaje, dos concepto que facilitan la unión de lo interior con lo exterior.
Hace diez años que me relaciono con la cultura griega moderna, esta experiencia de vivir en un país con un idioma distinto abre los canales de comunicación hacia el interior; para algunos un privilegio, poder cada día encontrarse con uno mismo en un diálogo fluído buscando constantemente la mejor manera de hacerse entender con lo más apegado a la cultura de la tierra que nos acoge.
Las palabras interiores se transforman en nuestras principales compañeras de viaje, nos dan mensajes, comentan, corrigen y dialogan con nuestro yo; como dijo Antonio Machado “converso con el hombre que siempre va conmigo”.
Esta experiencia nos hace percibir el vínculo entre el pensamiento y el lenguaje, dos conceptos que en la medida que más se les necesita más se estrecha su amistad en nuestro interior. Desde allí nace el lenguaje exterior e interior, con el primero somos capaces de relacionarnos con los demás, y con el segundo llegamos a nuestra más íntima comunicación con nosotros mismos.
Las palabras son parte de nuestras vivencias, nos ayudan a captar las intenciones del habla, lo que conocemos como lenguaje no verbal: gestos, posturas, silencios, miradas y ademanes.
Pensamiento y lenguaje
Las investigaciones realizadas por Jeam Piaget, creador de la epistemología genética, descubrieron que la aparición del pensamiento es anterior al lenguaje, del mismo modo como se tiene claro que la gramática es posterior al lenguaje hablado: como el niño de tres años que se expresa a su manera, dice lo que quiere y se le entiende.
Estas son las palabras amigas con las cuales dirigimos nuestros mensajes, que facilitan el pensamiento, pero que también pueden limitarlo. El lenguaje dirige el pensamiento y esto a su vez lleva emparejada una cierta representación. Por ejemplo si estoy hablando con un griego agresivo y descontrolado, mi pensamiento va fabricando un lenguaje subliminal que critica esa actuación y por el cual la imagen que me queda de esa persona resulta negativa.
Las grandes vivencias retienen palabras, mensajes interiores que van y vuelven y que en dichas circunstancias crean cuadros mentales, que según sea la experiencia se convierten en verdaderas “obras de arte”. En momentos alegres afloran frases suaves y frescas, arengas de gran ánimo, donde aparecen los “lienzos de colores” para crear el cuadro con la mejor actitud positiva posible. Sin embargo, en momentos de ansiedad nos dejamos invadir por pensamientos negativos; ya sea por alguna mala experiencia, de esas que fabricamos nosotros mismos o como fruto de alguna información negativa. Aparecen palabras alarmistas en compañía de pensamientos pesimistas, es ahí cuando podemos ver los colores de las primeras pinceladas del cuadro mental a dibujar, en el lienzo ya asoma el color negro de fondo, como el mismo futuro incierto que parece avecinarse.
La importancia de la buena información
El pensamiento siempre va acompañado de una gran cantidad de información: noticias , sentencias, locuciones, experiencias, testimonios, aforismos; lo que hoy llamaríamos twitter, todo discurre entre ideas, que alimentan ese momento y a la vez constituyen un estado de ánimo. Todas estas experiencias que percibimos a través de nuestros deteriorados sentidos, ingresan a nuestro interior como información y pasan a formar parte de algún mapa mental en desarrollo.
De ese cúmulo de información a veces sin control, destilan nuestros pensamientos. Oímos a través de nuestra percepción los sonidos que nos llegan de nuestro alrededor, escuchamos poniendo atención en lo que alguien está diciendo, entendemos el problema de una persona, lo comprendemos poniéndonos en su lugar, informamos transmitiendo ese conocimiento a otros etc.
De la potestad en el uso de nuestro libre albedrío dependerá la calidad de información que llegue a nuestro interior. “No podemos impedir que los pájaros vuelen a nuestro alrededor pero sí podemos impedir que hagan nido”
El poder de las palabras
Las palabras por sí solas carecen de poder a no ser por la connotación que cada persona le quiera dar. La connotación es el valor secundario que uno asocia de manera subjetiva al significado de la palabra, ahí aparece el poder. Las palabras gozan de tres tipo de connotaciones: fonológica, semántica e ideológica, cada una está a nuestra disposición para el mejor de sus usos.
No hay palabras milagrosas, sino, palabras que se acompañan de un cuadro mental que forma parte de nuestra experiencia, cada persona de acuerdo a su biografía sabe que palabra le ayudará a obtener la mejor de las actitudes frente a un hecho cotidiano a realizar. Escudriñemos en nuestro interior el mejor de los léxicos en pos de un constante crecimiento a favor de nuestra convivencia social, que nuestro diálogo interno se dirija siempre a favor de una mejor relación con los demás .
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