En Atenas el mejor lugar para ver una puesta de sol es en el cabo de Sounio, lugar donde se construyó el templo a Poseidón, cada tarde llegan muchos turistas para observar ese inolvidable momento al terminar el día, el Sábado recién pasado fui testigo del ímpetu, de una joven que corría para no perderse el momento exacto del ocaso del día y dejarlo plasmado en una fotografía.
Creo que más de alguno puede recordar una escena del pasado cuando se hacían partir los automóviles a través de una manivela, que con un impulso humano permitía que el motor del coche encendiera; ese era el motor de arranque. Por si alguien no lo sabía, para poner en marcha el motor principal de un vehículo se necesita del motor de arranque, que es el encargado de darle el impulso inicial para que este comience a trabajar y se ponga en marcha.
El término a través de la mecánica
En la mecánica clásica, a partir de la segunda ley de Newton móvis motrix, se sabe que si sobre un cuerpo no actúa ninguna fuerza, su cantidad de movimiento permanece constante. Por lo que, sí sobre el cuerpo actúa una fuerza, éste se moverá con aceleración y se modificará su momento lineal.
La definición arriba mencionada se puede aplicar en la conducta de algunas personas, esto lo digo con conocimiento de causa en relación a mi experiencia en la dirección de un equipo de vendedores.
Un motor de arranque
Cada uno de nosotros en más de una oportunidad ha necesitado de un “motor de arranque”; una fuerza que nos ponga en movimiento: un motivo, un deseo, un querer, etc. Quizás ese motor de arranque sea el ímpetu, un concepto algo olvidado, pero que en cabalidad le pertenece a la juventud.
En el diccionario del uso del español de María Moliner encontramos la siguiente definición de ímpetu:
¨Del latín ímpetu. 1. Violencia con que las cosas, los animales o las personas acometen o se lanzan contra algo. 2. Energía con que alguien emprende una cosa.
El ímpetu es la fuerza que necesitamos como impulso, la energía necesaria para ponernos en movimiento, para que una idea se transforme en un hecho, es un lanzarse a la siga de un objetivo en busca de un logro por alcanzar. Así como las motivaciones son estados internos que mueven y empujan la conducta para que ésta se dirija hacia un objetivo determinado, el ímpetu es la energía que se necesita para ponernos en movimiento en busca de dicho resultado.
El poder del ímpetu
A diferencia de los vehículos de antaño que necesitaban el impulso inicial desde el exterior; móvis motrix, nosotros contamos con impulsos que se transforman en fuerza y que pueden venir de dos formas: extrínsecas o intrínsecas, motivaciones de plano social o espiritual, ambas muy necesarias para desenvolverse en forma exitosa en la vida.
Alguien dijo en una oportunidad que “hemos venido a este mundo a servir” a eso le podríamos llamar “nuestra misión”, para cumplir dicha misión tenemos que tener metas, y para llegar a dichas metas necesitamos objetivos. La metas tienen siempre una distancia definida, no son infinitas ni tampoco se las lleva el tiempo, las metas son para alcanzarlas y llegar a lograrlas en un tiempo definido. Metas cercanas, medianas o lejanas, según sean las prioridades, todas medibles en el tiempo.
Cualquiera sea nuestra meta en la vida siempre va a ser para servir; como un exitoso comerciante, un talentoso arquitecto, un gran médico, un excelente maestro, un innovador ingeniero, etc., vamos a estar al servicio de la humanidad.
En nuestro recorrido vamos a necesitar alear el ímpetu de un joven en plan de enamoramiento, y la motivación de un adulto en un plan para mejorar su calidad de vida. El ímpetu mostrado por emprendedores en tiempo de crisis, el ímpetu para dar a conocer nuestras capacidades, el ímpetu para mostrar nuestra mejor actitud al servicio de los demás, etc. Todo se resume en dos frases “yo pienso que puedo”, “yo sabía que podía”
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