La vida moderna está rodeada de una gran cantidad de información, producto del alcance de las distintas experiencias que vivimos a diario. La comparación entre personas parece ser ahora algo más común cuando se trata de encontrar salida a una posible decisión.
La experiencia propia y también la de los demás forman parte de un arsenal psicológico que puede confundir en algún momento hasta a los más experto. El pasado sigue ocupando el primer lugar en el pensamiento de las personas, lo sigue en segundo lugar el futuro, y lo que realmente importa, el presente, parece ser efímero.
Los que viven enganchado en el pasado son los resentidos, neuróticos y depresivos y los que viven angustiados por el futuro son los ansiosos. Dos tipos de conducta muy influyentes en la experiencia de saber vivir el presente. El pasado es una fuente de información casi infinita para quienes saben usarlo como un viento que sopla las velas en dirección a su próximo destino. El futuro es la motivación para avanzar.
La depresión y la ansiedad
La depresión y la ansiedad son dos grandes enfermeras del siglo XXI. La depresión es una de las enfermedades mentales más frecuentes y se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo. La OMS estima que el 3,6% de la población mundial padecía en 2015 trastornos de ansiedad patológica. De esta última hay que diferenciar la ansiedad patológica de la ansiedad que es una emoción natural que tenemos todos los seres humanos y que es adaptativa, es decir, es necesaria porque sirve para prepararnos ante una posible amenaza.
Estas dos enfermedades “modernas” como muchas otras enfermedades, se relacionan con el estilo de vida de cada personas: la depresión es el resultado de retornar una y otra vez a algo que ya sucedió, transitando por emociones y sensaciones como la tristeza, melancolía, frustración, culpa y resentimiento. La ansiedad es vivir constantemente acuciados por cosas que no tienen por qué suceder; ¿Y si me despiden? ¿Y si me enfermo? ¿Y si mi pareja me deja? ¿Y si mi hijo se enferma? ¿Y si hay un sismo? Ese “Y si…” dando vuelta constantemente en nuestros pensamientos tiene un impacto muy fuerte en nuestro cuerpo y nuestra mente. La ansiedad siempre va de la mano del temor.
Una leyenda medieval cuenta de un viajero que, una noche, se encontró con Temor y Plaga en camino a Londres, donde ellos esperaban matar a diez mil personas. El viajero le preguntó a Plaga si él haría toda esa matanza. “Oh, no –respondió Plaga–. Yo mataré únicamente a unos pocos centenares. Mi amigo Temor matará al resto”.
Enfermedades mutantes
La depresión y la ansiedad se han transformado en enfermedades “mutantes” La tristeza nunca ha sido depresión, la frustración, nunca ha sido depresión. La ansiedad, no es preocupación, ansiedad no es un ataque de pánico, podríamos enumerar más palabras que el común de las personas, especialmente jóvenes, las encasillan en donde más le acomodan. Las palabras pueden sanar pero también pueden enfermar.
Aunque la enfermedad tiene una realidad en sí misma y una realidad psicológica que se vivencia de distinta forma en cada aquejado, refleja también, hasta cierto punto, la estructura de una convención social. Muchas veces son diagnosticadas como dolencias aquellas reconocidas como tales por la comunidad humana donde se desarrollan; la sociedad, al definir a su modo lo patológico, opera con un sentido propio de la normalidad y califica de enfermo a todo lo que lucha con ese sentido. Esto es particularmente destacable en el ámbito de las enfermedades mentales. El diagnóstico de normalidad o anormalidad psíquica sólo se hace al referirse a la adaptación o inadaptación, integración o marginación dentro de un contexto sociocultural concreto. Así pues, la enfermedad variará según las creencias en boga y la valoración y significado que el paciente le confiera a su malestar. (Fernández, L. G., 1969: 30-32).
Existen personas que son más propensas a deprimirse debido a factores genéticos, personas que sufren de ansiedad producto de un estado mental generalizado en busca de respuestas. Personas propensas a ser bipolar. Cada una de ellas diagnosticada por un especialista; pero no podemos diagnosticarnos a razón de una comparación con otras personas, porque si lo hacemos nuestra mente se encargará que aparezcan los síntomas, y estaremos contribuyendo a una clase de mutación psicológica al cambiar lo verdadero por lo aparente.
Angustiarse es inútil y no tiene sentido. Examinar los problemas a fin de encontrar posibles soluciones puede ser más productivo, pero afanarse en el pasado o el futuro no resuelve el problema, sino que magnifica el lado negativo de las cosas. Cada pensamiento genera un cambio mental y fisiológico. Tu realidad depende de como quieras percibirla.
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