Los años no se pueden guardar para cuando tu los necesites, porque cuando los quieras usar, es probable que ya no los tengas.
Si hay algo que nos sigue todos los días a lo largo de nuestra vida, son los años, esos años, que no son otra cosa que la suma de los días vividos a la siga de la carrera por la vida. Un año está compuesto por 12 meses, 52 semanas, 365 días, 8.760 horas, 525.600 minutos y 31.536.000 segundos, aproximadamente. En esos números, cada año, dejamos algo de nuestra historia, parte de nuestra vida.
Un calendario
Un calendario es un sistema de medida de tiempo establecido por la sociedad para las necesidades de la vida civil, es allí, en el calendario, donde vemos el día y el mes de nuestro nacimiento y por ende, cada vez que el calendario nos indica que estamos viviendo aquel día, decimos que estamos cumpliendo años.
En la práctica, la sociedad donde nos encontramos, se ha encargado de demostrar que no todas las personas cumplen años de la misma manera, todos somos diferentes, por lo tanto, dos personas que nacieron el mismo día no necesariamente van a llegar igual a una edad más avanzada. Cada año parece ser una estación diferente de nuestra vida, claro, porque pareciera que vamos de viaje a un lugar determinado y cada año que pasa nos acercamos más a nuestro destino.
La edad cronológica es un invento administrativo de los romanos, la edad biológica es un invento de la ciencia y la edad psicológica es un invento nuestro, acorde con la necesidad del momento. Todos estos conceptos, de alguna manera, buscan llegar a la verdadera edad de los años.
Alguien dijo que después de los 50 no se deberían celebrar los cumpleaños, esto porque sencillamente, muchas personas mayores tienen el futuro en el pasado. Hay una gran diferencia en celebrar los 25 años y los 65 años, una celebración parece un premio por llegar y la otra un premio por partir.
Nuestra edad
La edad no se marca por el tiempo transcurrido, sino por lo que hemos hecho en ese lapso de tiempo. Dónde estábamos antes y donde estamos ahora. La vida fue creada en forma perfecta., tiene edades y cada edad tiene sus preferencias. – Si siendo adultos tenemos las preferencias de niños, entonces estamos en problemas – Nuestra existencia avanza de acuerdo a los tiempos vividos.
«Enséñanos a contar de tal modo nuestros días que traigamos al corazón sabiduría». Ya en los tiempo del rey David se percibía la necesidad de querer vivir de la mejor manera posible. La filosofía griega, cuna del razonamiento, está llena de senderos de sabiduría para encontrar la manera más perfecta para sumar años a la vida. Píndaro 518 a.C. decía, ”No aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible».
Hoy la ciencia y la psicología contribuyen de algún modo a que las personas adultas se perciban más jóvenes, un efecto psicosomático al relacionarse con las nuevas tecnologías, aunque la realidad será siempre así: Un decoro natural sin pretensiones es lo mejor que puede hablar de nosotros.
Nuestros años
Cumplir años es, en parte, ir cumpliendo etapas, logrando objetivos y alcanzando metas. “Primero, descubre lo que quieres ser, luego, haz lo que tengas que hacer”. No son los años vividos los que indican la edad, sino los sueños por cumplir. «Es el envejecimiento del alma, no del cuerpo, el que nos hace viejos». La vida es para vivirla hasta el último día, y en cada época de estas vivencias se puede estar construyendo sueños; mientras tengamos un corazón que late, es posible seguir avanzando.
La juventud es para aprender y la vejez para enseñar, como se vio en la vida de Sócrates y el joven Platón, uno fue el maestro y el otro el discípulo. Esa es, en parte, la ciencia de la vida; primero aprendiendo y después enseñando. «Las canas denuncian la vejez, pero no dicen cuánta juventud la precedió». Epicteto 55 d.C.
Más que cumplir años deberíamos ir cumpliendo sueños, avanzando siempre hacia esa ilusión de juventud, ese anhelo de ver cumplida la misión, para luego iniciar otra, eso es lo lindo de la vida; descubrir en qué podemos ayudar, contribuir con nuestra experiencia para que otros puedan avanzar. Descubrir, para luego, compartir.
«Quien un día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese mismo día».
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