Es sabido por muchos que para tomar buenas decisiones primero hay que estar muy bien informado, y en la actualidad se dispone de grandes redes de información que contribuyen a mejorar el contenido informativo que nos llega a través de nuestras fuentes de consultas.
Hoy se vive de una manera mucho más informado, y por lo mismo se percibe una disposición de alerta frente a futuras decisiones emanadas en parte de la misma cantidad de información que nos llega.
Frente a esta nueva experiencia de vivir en un mundo lleno de opciones se hace crucial el exacto manejo de la fuerza de voluntad, que nos permita tener la capacidad de autocontrol en un momento determinado.
El proceso de la voluntad
La comunidad científica lleva varios años dedicando un gran esfuerzo al estudio de las misteriosas fuerzas que operan detrás de la fuerza de voluntad. No es de extrañar, si se tiene en cuenta que, como media, nos pasamos cuatro horas al día resistiendo tentaciones como: comer y dormir, principalmente, seguidos de deseo de ocio y sexuales.
La voluntad consiste, ante todo, en un acto intencional, de inclinarse o dirigirse hacia algo, y en el interviene un factor importante: la decisión. La voluntad, como resolución, significa saber lo que uno quiere o hacia donde va; y en ella hay tres ingredientes asociados que la configuran como un todo:
- Tendencia. Anhelo, aspiración, preferencia por algo. Constituye una primera fase, que puede verse interrumpida por circunstancias del entorno.
- Determinación. Aquí hay distinción, análisis, evaluación de la meta pretendida, aclaración y esclarecimiento de lo que uno quiere.
- Acción. Es la mas definitiva y conlleva a una puesta en marcha de uno mismo en busca de aquello que se quiere.
La tendencia, descubre; la determinación concreta, y mediante la acción aquello se hace operativo.
Voluntad y decisión
En el ámbito personal son muchas las opciones donde encontramos momentos en el cual hay que aplicar la voluntad en la toma de decisiones cotidianas; como el momento de preferir quedarse un rato más en las sábanas por la mañana, o la galleta de chocolate al medio día, o la siestecita por la tarde, etc. Estamos obligados a decidirnos entre nuestros deseos y las obligaciones, decisiones que se reparten durante muchas horas al día.
Para entender de la mejor manera como actúa nuestra voluntad, es importante definir dos palabras que están muy relacionadas con la voluntad: querer y desear. Desear es pretender algo, desde el punto de vista afectivo, sentimental, aquello que se manifiesta como una especie de meteorito, pero que no deja huella, y que pronto decrece la ilusión que había provocado.
Querer es aspirar a una cosa anteponiendo la voluntad y la motivación, es capaz de concretar y sistematizar esos momentos que aparecen de pronto y que piden paso.
El deseo se manifiesta en el plano emocional y el querer en el de la voluntad; el primero se da en el adolescente con mucha frecuencia y no se traduce ni conduce a nada o casi nada; el segundo se produce, sobre todo en el hombre maduro y se materializa; tiene capacidad de conducir a la meta mediante ejercicios específicos que se proyectan en esa dirección. Voluntad es determinación.
La voluntad y la conducta
El cerebro funciona de forma similar a una máquina que, cuando deja de recibir su carburante, hace cosas raras. En este caso, se deja llevar por las recompensas inmediatas, olvidándose del largo plazo. Se engancha a la TV en lugar de ponerse a estudiar para el examen del día siguiente; opta por las patatas fritas en lugar de una pera.
Es aquí por qué seguir un régimen es tan difícil. La persona a dieta necesita fuerza de voluntad. Pero para tener fuerza de voluntad, necesita comer. O sea, la cuadratura del círculo. Afortunadamente, hay otros “trucos”. Conjurar memorias poderosas de las cosas que uno valora en la vida, por ejemplo, es una gran ayuda para mantenerse firme en los propósitos.
Conclusión
“Aprender a dominarse tiene un montón de consecuencias positivas”, señala Roy Baumeister, profesor de psicología de la Florida State University. “Observa cualquier gran problema que la gente sufre hoy y lo más probable es que el autocontrol esté implicado de alguna manera”. Conviene no desperdiciarlo, porque es un recurso limitado. Olvídate de tus diez resoluciones de Año Nuevo. Es más realista hacer sólo una y seguirla. Y tómalo en serio. Como dice el psicólogo Walter Mischel, famoso por sus estudios sobre el autocontrol, Ser feliz es cuestión de voluntad.
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