La persona que considera que la vida ha sido injusta con ella, vive en un estado de acecho y de una manera rencorosa y
desagradable.
Estamos frente a un enemigo de años, que a través de los tiempos ha socavado vidas enteras esclavizando a las personas en su pasado. Este enemigo es el resentimiento; ese pesar interior que se produce como consecuencia de algunos fracasos personales que predisponen la personalidad hacia la crítica, el ataque y la agresividad hacia los otros.
En ese estado emocional aflora el disgusto, el rencor o la apatía, todo esto nace en el contexto de la envidia, que mientras se mantenga ahí, solo se cobijará en el interior de la persona, pero si pasa a resentimiento buscara un afán reivindicativo.
Resentimiento fisiológico y patológico
El resentimiento es un dolor moral que se produce como consecuencia de haber sido maltratado – justa o injustamente-, acrecentando progresivamente un estado de hostilidad hacia el o los causantes de este daño. Podríamos resumirlo como: sentirse dolido y no olvidar. Dentro del resentimiento existen dos extremos opuestos: el fisiológico y el patológico.
El primero nace de situaciones radicalmente injustas y flagrantes. Donde la persona afectada se siente dolido por el trato recibido y su reacción es prácticamente normal. Empieza a pensar que es lo que debe hacer para defenderse de la injusticia recibida, sin embargo, después que se tranquilizan las aguas impera la calma y no pasa a mayores.
El segundo el resentimiento patológico, es enfermizo y no parte de situaciones injustas, ni es consecuencia de algo real y objetivo que pueda medirse o pensarse. Este resentimiento reposa sobre un tipo especial de personalidad, tal como egolatría, susceptibilidad enfermiza y una desorbitada necesidad de ser estimado, considerado o tenido en cuenta, con una clara incapacidad para reconocer sus errores. Según la psiquiatría este tipo de resentimiento se encuentra muy cerca de la orilla de la envidia; ese pesar de tristeza ante el bien ajeno.
Envidia e injusticia
La envidia pasa a ser resentimiento cuando otra persona tiene algo de lo que uno carece, y esta posesión es atribuida a algún tipo especial de injusticia. En este caso se refiere tanto a lo que esa otra persona posee como a lo que a uno le falta, o ambos casos.
En algunas experiencias cotidianas y habituales que en la vida encontramos, a veces están relacionadas con momentos de injusticias. Pero de la misma justicia, lo que se entiende por justicia en cada parte del planeta de acuerdo a su cultura, esta plagada justamente de lo contrario, de injusticia. Y es desde ahí, de esos hechos sociales donde se mezcla fácilmente la justicia con la injusticia y nacen algunos tipos de resentimientos.
En algunos casos se trata de desmedidos deseos de poder, prosperando sentimientos de insatisfacción e impresiones de haber sido lesionado en las propias aspiraciones. Todo esto desencadena la esencia psicológica del resentido: sentimiento de descontento, de sentirse herido, y que una y otra vez son reactivados a través de estímulos recordatorios. Así poco a poco se van asociando sentimientos de venganza, de poner las cosas de otro modo.
Un estado emocional que no deja avanzar
Cuando el resentimiento tiene raíces fuertes, es capaz de motivar una vida y sólo cesa cuando se apaga la sed de venganza que la persona lleva adentro. De ahí que la actitud más habitual del resentido es la de estar contenido, sujeto, como al acecho.
Muchas vidas de personas se han visto en dichas circunstancias, donde sus proyectos han quedado de lado, estacionados e incluso olvidados por esperar el momento de la revancha que a veces nunca llega, o si llega sólo satisface aquel deseo a cuenta de años perdidos en tal espera.
Nuestra sociedad hoy carece de generosidad y bondad, de saber disculpar, de poder tolerar, de no tener en cuenta lo malo, de saber sembrar la paz y la armonía. Conceptos que deben ser parte de nuestra biografía sin dobleces y que inspiren confianza en el recorrido en busca del proyecto de vida.
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