Como seres estratégicos, los griegos antiguos eran expertos en construir grandes fortalezas. Eso se puede ver al recorrer algunas ciudades griegas en la actualidad. Pero está claro que no era solo por adornar sus polis con obras arquitectónicas monumentales, si no, que con su gran experiencia estratégica sabían cuidarse muy bien de ataques externos; por eso la mayoría de sus ciudades contaban con su Acrópolis. Una ciudad en lo alto con sus templos y grandes murallas circundantes para su protección.
Los seres humanos a través de la historia hemos vividos siempre con amenazas; antes eran invasiones, guerras y pestes, entre otras. Ahora en la “modernidad” algunas de etas amenazas se repiten, pero otras tantas se dan en el plano psicológico: Estrés, ansiedad, pánico, están a la vuelta de la esquina. Nadie se preparó para convivir con lo más malo; el temor. El estrés de las grandes ciudades nos pone cuesta arriba.
El caudal de información nos llega sin ningún tipo de control, instalándose como testimonio de malos augurios, que mezclándose con nuestra cotidianidades alteran nuestra convivencia. Nos vemos enfrentados a momentos difíciles, circunstancias amargas, y otras oscuras. Somos capaces de percibir el mundo que nos rodea; pero cuando las cosas se ponen cuesta arriba, pareciera que nos hacen falta poderes especiales de insensibilidad para enfrentar en esos momentos difíciles.
Saber enfrentar la realidad sin miedo, es lo que a veces nos hace falta. Vivir desbloqueado de incertidumbre y aprovechar los momentos de felicidad, nos ayudan a desarrollar hábitos diarios que contribuyen a construir nuestra fortaleza mental, y así alejar las amenazas de los pensamientos pesimistas, que aveces llegan con fuerza a frenar nuestro avance.
Alrededor de tantas malas noticias, existe una buena: todos podemos construir nuestras fortalezas para hacer frente a las amenazas que significan esos momentos difíciles que no parece no terminar nunca. Podemos construir nuestro propio modelo a seguir para una mayor motivación, y comenzar conscientemente a definir nuestra fuerza mental a través de estos siete consejos:
1. Tener un enfoque dinámico de la vida
Una vida dinámica requiere estar consciente de cuál es tu misión y como aprovechar tu tiempo. Significa comenzar cada día con un propósito. Tomando el control de lo que haces y cuándo lo haces. En otras palabras trabajar para que las cosas buenas sucedan. Enfocarse en lo esencial. Tener un objetivo claro y avanzar hacia él.
2. Deja de preocuparte por lo que no puedes controlar
Preocuparnos por lo que no podemos controlar, disminuye nuestra energía y atención de lo que realmente si podemos controlar. No podemos dominar todo; pero si desarrollar y ejercitar la disciplina requerida para dejar de preocuparnos por lo que no nos puede influir. Utilicemos nuestra energía en dirección a nuestros objetivos en lugar de preocuparnos por los resultados que están fuera de nuestro control.
3. Acoger lo inesperado y aprovecharlo
Acepta la adversidad como una oportunidad para aprender. Acógelo como desafío para superar los obstáculos y torcerlos a tu favor. Se flexible para adaptarte a lo inesperado y aceptarlo como parte de un plan para tu crecimiento personal.
4. Mira el pasado; pero vive y disfruta el presente mientras planificas el futuro
Mira hacia atrás para aprender de lo pasado; pero no te quedes atrapado allí, incluso si aquellos tiempos fueron mejores. Quizás la única preocupación que vale la pena es la preocupación de vivir sólo el hoy, eso no quita que no estemos preparados para trabajos que vendrán, lo que importa es que no nos quite el tiempo cuando estos todavía no llegan; porque “el alma envejece cuando el pasado es más fuerte que el presente o el futuro”. Aquellos que viven con un pensamiento rígido y arcaico lo hacen a través del pasado. En cambio, los que disponen de un pensamiento flexible y dinámico lo hacen a través del presente. Se cuenta que Salvador Dalí nunca perdía el tiempo; mientras llegaban los días de inspiración se dedicaba a pintar los fondos de sus cuadros.
5. Calcular los riesgos
Esto no significa que no se piense en grande. Por el contrario, generalmente es estar preparado para llegar a lo más alto. Calcular los riesgos es afianzar las fortalezas, ya que has desarrollado la capacidad de recuperación necesaria para superar los obstáculos y te has centrado en el objetivo deseado. Tomar riesgos, no es ser imprudente, es saber que tus acciones tienen efectos secundarios, por lo que tu comportamiento en tales circunstancias va a ser de acuerdo a lo esperado.
6. No muestres interés por lo que hacen los otros
Concéntrate en el lado positivo de la vida, en la dirección correcta, desarrollando tus fortalezas al relacionarte eficazmente con los demás. Evita la distracción de dar oídos a lo que se dice de los demás. El ser humano tiene dos segmentos personales: uno público y otro privado. El primero puede verse desde afuera y ofrece todo tipo de interpretaciones. El segundo es interior, privado, y muy personal. Quédate con este último, porque es el más verdadero y el que menos se conoce.
7. Se amable
Ser amable fortalece nuestras relaciones y nuestro sentido de la vida. Construye relaciones sanas a través de la amabilidad y la confianza. Una actitud de amabilidad siempre será un regalo para quienes estén a nuestro lado, incluso un regalo que podrán llevárselo consigo; porque una forma de contagiar a los demás con actitudes amables es hacerle pasar un buen momento, y eso queda impregnado en los sentimientos de quienes a diario comparten con nosotros.
Las fortalezas son propias de quienes las construyen. Cuales son las zonas fuertes y cuales son fáciles de franquear. Ese conocimiento personal nos permite ir descubriendo esas zonas y como mejorarlas.
“El hombre inteligente habla con autoridad cuando dirige su propia vida”. –Platón
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