Vivimos en un mundo donde prevalece el psicologismo, todo se hace con una psicología aparente, incluso en las situaciones más cotidianas creemos estar usando la ciencia del comportamiento, esto parte por vivir en un ambiente donde todo pareciera ser el resultado de alguna investigación, donde cada individuo es protagonista. Vivimos siendo observados por un ente psicológico que rastrea nuestros gustos e inclinaciones, para posteriormente entregar dicho informe a algún gigante empresarial como parte de una investigación de mercado.
Somos estadística para algunos y para otros consumidores de tendencias, pero más que esto somos seres humanos, y donde mejor se muestra nuestro género es en el arte de tratar con los demás, la práctica de las relaciones humanas va dejando nuestro rastro como calidad de persona que somos, y esto es mucho más importante que nuestros gustos e inclinaciones, que tienden a cambiar según la época y la moda.
En el trato con los demás lo que mejor refleja nuestro sentir son las discusiones en las cuales nos vemos envueltos, ya que éstas siempre parten en defensa de nuestra razón, y por lo mismo se desarrollan en un plano emocional que se convierte en una amenaza galopante en una relación de personas.
Malos entendidos
Las discusiones que no forman parte de un debate, sino que califican como malos entendidos, ya sea en el ámbito familiar, social o laboral, tienden a ser un peligro constante, porque dañan la relación, sobrepasando incluso algunos valores.
Según explica el psicólogo Antonio de Dios, especialista del Hospital USP de Marbella España, esto es en parte culpa de nuestro cerebro, ya que como sabemos, “ante una situación de estrés o peligro, el cerebro emocional consigue que las personas dejen de pensar para salvar la identidad personal”, esto provoca que,”al tratar de salvar nuestra identidad, se dañe la del otro“.
La importancia de saber escuchar
“Cuando una discusión pasa a un nivel de excitación la otra persona ya no está escuchando, está a la defensiva, cualquier conversación no va a llegar a ningún punto, porque no va a haber posibilidad de entendimiento”.
En una discusión, “las personas implicadas suelen luchar por tener la razón. Lo que no solemos percibir es que, cuanto más tratamos de tener razón, más empujamos al otro a ponerse a la defensiva y a dejar de escuchar”; cuando se llega a esta situación, además del gasto de energía, “jamás se llega a un entendimiento”.
Por otra parte, “si se produce una discusión lo más importante no es lo que decimos, sino cómo lo decimos. Debajo de la conversación que trata de dirimir quién tiene razón hay otras que versan sobre las emociones de cada persona y también sobre su validez”.
Una regla que no se puede olvidar
Las claves para evitar una discusión es dejar de hacer monólogos y empezar a hacer preguntas, ya que las personas más eficaces en una discusión son las que pasan más tiempo escuchando que hablando y sus intervenciones son curiosas y llenas de preguntas.
Las personas más eficaces son aquellas que saben escuchar y hacer sentir bien a los demás. Uno de los motivos más frecuentes por los que las discusiones son inútiles es porque nos olvidamos de respetar las interpretaciones, y sobre todo, los valores de la otra persona.
Tratar honradamente de ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona es el mejor consejo para el buen trato con los demás, y por consiguiente nos coloca en el mejor lugar para ganar una discusión, ya que desde esa posición lo más correcto es que no suceda.
Dentro de las grandes reglas de las relaciones humanas, la regla número 8 dice textualmente “ La única forma de salir ganando en una discusión es evitándola”.
Si te gustó este post comparte el enlace y participa dejando tu comentario, también te puedes suscribir al blog, es gratis!
0 comentarios